¡Ya han llegado!


Golondrina dáurica, pexels-mike-kit-17326959.jpg

Las golondrinas han llegado al pueblo.

Ya las he visto haciendo el largo de la calle a una velocidad asombrosa, con rápidos quiebros y cambios de altura y dirección, ¡vaya vista deben de tener esos seres!

Mis otros favoritos son los vencejos y también los aviones, aunque de estos he visto menos. Todos se parecen mucho, sobre todo en vuelo, pero el canto y el encanto de las golondrinas es único.

Una, que ve mal además de oír peor, disfruta mucho de verlas y escucharlas al otro lado de la calle, posadas en las antenas de TV más cercanas. Su canto es claramente audible hasta para mí… cuando no hay motocicletas, altavoces o camiones ruidosos en la calle. Verlas a placer solo he podido hacerlo un día que una se posó en el alfeizar de la ventana y empezó a acicalarse. Las irisaciones azules y negras de su plumaje me fascinaron un ratito.

El cuchicheo del canto de las golondrinas me ha acompañado desde pequeña, cuando vivía en una casa en que los tejados estaban habitados por nidos y otros vecinos pasajeros, que te daban los buenos días, sobre todo cuando íbamos a viajar en tren y el canto de las golondrinas indicaba que era la hora de levantarse.

 

Libros de Hibernia (4)


Inicial decorada (Mss. del Corpus Christy College. F. Henry: L’Art Irlandais)

Las compilaciones fueron el formato más habitual de los grandes libros, tan famosos como el Libro de la Vaca Parda, el de Léinster (XIII-XIV), el Libro Amarillo de Lecan (s. XIV), entre otros. Al estudiarlos en profundidad, se tienen pocas dudas de que fueron escritos por varias manos, o sea que se revisaron, se completaron, se «estiraron» con añadidos… por otros escribas, en distintos momentos de su historia textual. Ésta, a veces llega hasta mucho después del invento de la imprenta.

El libro de la Vaca Parda (s. XII), por ejemplo, contiene 37 relatos de variable longitud y caracter. Como ya se dijo en otras entradas, fue escrito por varias manos, casi  demasiadas… pues era un libro codiciado tanto por lectores como por escribas y «doctores en Historia» que lo usaban como fuente de sus noticias, hasta la época Moderna. La comparación de los relatos contenidos en un ejemplar con los contenidos en otros (¡sobre todo si se trata del mismo relato!) facilita actualmente la datación y el conocimiento de la «historia textual» de cada contenido,

según las formas de la escritura y el estado de la lengua empleada.                

Existen compilaciones ya de la Baja Edad Media, como El Libro Amarillo de Lecan (s. XIV-XV)  y, desde luego, las recopilaciones cronológicas de Anales escritos anteriormente, como la de los anales de Connacht (s. XVI) atribuida a los Ó Duibhgheannáin, una familia de escribas y eruditos que también tuvo parte importante en la redacción del famoso Lébor Gabála. Este no era sino una muestra de lo que se llama «historia sintética», hecho a base de trillar en otros libros, o fragmentos de ellos, así como en copias de Anales monásticos o fragmentos atribuidos a otros escribas/filidh.

Otros generos literarios fueron las incursiones «enciclopédicas» en la filología con rasgos retóricos. Las más antiguas están atribuidas al Rey-Obispo de Cashel y Munster, Cormac mac Cuillenain, que murió en el s. IX. Se trata de un glosario (Sanais

Fragmento de un ms. latino procedente de la Abadía de Corbie (Francia), atribuido a fundación irlandesa. Representa a Isidoro de Sevilla entregando su obra a un familiar. BN París.

Cormac) famoso ser una «traducción al irlandés» del sistema de trabajo explicativo de Isidoro de Sevilla en las Etimologías. A su vez, este género contribuyó a la edición de otros glosarios o diccionarios pre-modernos de la lengua irlandesa.

En esta página podéis ver transcritas mediante ordenador algunas de las explicaciones de Cormac, según una de sus copias. Observar que hace derivar del hebreo (por ej.) o del griego palabras netamente gaélicas (con demostrables raíces indoeuropeas según la filología moderna), o juguetea con el significado en otras lenguas de una misma palabra, como si una extraña «confusión» babélica las hubiera mezclado.

Existen otros tipos de senchas, que mencionamos de pasada: la tradición de las mujeres (famosas) o la de los cementerios (Senchas na réilig), etc. Estas tradiciones se realizaban en forma de compilación de historietas, a veces atribuidas a reyes, filidh o personajes pseudohistóricos.

Un ejemplo de larga historia textual* de observa en esta página sobre del Libro de Durrow, evangeliario atribuido a S. Colum Cille, con trazas de ser anterior al s. XII. En el manuscrito hay añadidos del escriba original (desconocido); frases escritas por personajes medievales (datables por otras fuentes) y de estudiosos del ejemplar desde el s. XVI hasta el XIX.

Este libro se conservó en Durrow, más o menos bien, hasta la decadencia del monasterio en la Baja Edad Media, y luego hasta los finales del XVII, cuando compró el manuscrito la Bibloteca del Trinity College de Dublín.

La llamada «diáspora irlandesa», después de la Guerra de los Nueve Años, contribuyó a dispersar escribas y libros por el continente europeo, y a reunir o copiar ejemplares, o bien reeditarlos en sitios muy lejos de Irlanda. Vale como ejemplo el caso del Libro de las Invasiones (Lebor Gabála Érenn), que se hizo a medias entre el (antiguo) Ulster y los actuales Países Bajos, por entonces en posesión española. Sus fuentes fueron, precisamente, relatos pseudohistóricos contenidos en viejas compilaciones o literatura analística anterior.

Los «Colegios de Irlandeses» que surgieron bajo patrocinio de la Corona y la Iglesia española en el s. XVII también atesoraron algunos manuscritos que fueron después estudiados o recopilados por anticuarios del XIX, como fue el caso del mss. Stowe y otros, que pertenecieron a la Biblioteca de Charles Ó Conor (S. XVIII).

Distintas oleadas de personajes de clase alta, fundadores, patronos o administradores de tales comunidades irlandesas expatriadas (ej.: el  Colegio Irlandés de Salamanca), contribuyeron a conservar libros de recopilación histórica con materiales conocidos, fragmentarios, sacados de Hibernia; a transmitir su contenido mediante la imprenta, y a extender por la Europa Moderna y Contemporánea las formas de la escritura, el idioma y los estilos literarios que se atesoraban en la isla. El nacionalismo irlandés del s. XX aportó nuevos eruditos (alemanes, franceses y angloirlandeses también) que buscaron con afán cualquier texto que pudiera relacionarse con Irlanda. Así se nutrieron bibliotecas como la del Trinity College o las colecciones de la Royal Irish Academy, aparte de los libros que se conservaban en otras biliotecas, como la de la Universidad de Oxford, el monasterio de San Gall en Suiza, o la B.N. de París.

También ésto contribuyó a forjar una imagen de Irlanda y de «lo irlandés» (con sus aspectos buenos y malos) fuera de su territorio… Pero todo esto ya es Historia del siglo XVII-XX.

Calorcito y escritura


Foto de cottonbro studio: https://www.pexels.com/es-es/foto/persona-noche-oscuro-en-pie-6944011/

Hoy ha sido uno de esos días que te sientas «a lo calentito» en el estudio pa’ trabajar en algo de escribir… ya por la tarde, cuando todo parece que está hecho (limpieza, comida, fregoteo…). Y entonces todo te sale al revés. Mensajes en el movil, cien mil actualizaciones en todas las apps, rollos macabeos de «vigila la seguridad de tu cuentaaaa», reinicios, anuncios indeseados e invasivos en la pantallita… ¡una mierda de «seguridad»! Es comrcio invasivo disfrazado de «seguridad».
Escribir: una memez de feisbús, na más.

Y ojo, desde las 8:30 de la mañana danzando por el puebro, más feo que nunca, haciendo gestiones (algunas de ellas, chungas).

Feliz año…. ¡los melones! (lo que rima).

Mañana prometo hacer algo más onito, pero no pongo la mano en el fuego, que me quemo.

… y el metal


Uno de los videos de Eurgenio Monesma sobre la artesanía de algo aparentemente tan humilde como los cencerros. Primero veanlo, y luego, vámonos lejos…

Esa artesanía -que ha de venir de la Edad del Hierro por lo menos, aunque seguro que hubo campanos o cencerros mas o menos «roncos», con otras aleaciones- me ha recordado lo que yo llamo «camapanos» altomedievales irlandeses (allá, en inglés, handbells y en nativo cloc (ver https://dil.ie/9540) que parece que se tenían algún uso litúrgico (y no me la imagino sino fuera del templo, como han aparecido en contextos que ya he comentado en otra ocasión) y también con otros sentidos rituales (maldecir, exorcizar…) y, desde luego, hacerse oír

Primero, por la pre-forma que el artesano da al objeto: exactamente la forma «irlandesa» con los lados cortos rectos y luego por el sonido. En el mismo video el hombre nos revela el secreto de hacer más o menos rasposo (ronco o grave) el sonido del campano, cosa que a mi me asombra porque he perdido bastante del poco oído que tenía y precisamente esos sonidos tan agudos casi me duelen…

Resumiendo: el mismo proceso para el mismo objeto.

La palabra irlandesa cloc parece que procede de un latín tardío «clocca» lo que concuerda con su origen cristiano y su datación altomedieval; No menos curioso resulta el que eDil invoque la misma palabra para el origen del «clock» inglés. En cambio, a mi me hace sonreír el  origen del vocablo «badajo», que el Diccionario irlandés lleva mucho más lejos que el DRAE, si se dan vds. cuenta y leen algo de griego… 😄

Es probable que el ganado irlandés llevara campanos muy parecidos a los que fabrica el artesano de Ciudad Rodrigo, en los que se inspiraron las campanas de mano eclesiásticas de Hibernia. Lo único que no sé es la aleación exacta de esas campanas irlandesas medievales, tocará investigar algo.Algunas de ellas, es claro que ejercían de reliquia y sería raro el escucharlas, tal como están decoradas y llenas de remaches, además de devoción, con el paso de tiempo.

Lo curioso es que su uso litúrgico (señalar las horas… ya que no lo hacían con un madero itinerante, como en los monasterios Ortodoxos, o con una manta, como decían en algún pueblo de Cuenca) incluía también el juramento solemne sobre ella, y la exorcización del terreno, como bien relata la leyenda sobre Columbcille y su «tour» alrededor de la actual villa que lleva su nombre, ensordeciendo diablos. Aunque alguna variante de esta historia lo que dice es que les tiró a la cabeza la campana de marras… ¡Ah, el humor gallego!

Hemos hablado otras veces de esos campanos en Mujeárbol, tan intimamente ligados estaban a la cultura eminentemente ganadera de la Irlanda Medieval, que bueno es que en Ciudad Rodrigo haya quien los hace parecidos, aunque aquí tenemos un inigualable paisaje de dehesa para los animales que los hacen sonar, cosa que allá nunca existió, y que aquí creó -andando la Edad Media- esa cosa difícil de hallar en aquella isla que son los «los terrenos comunales» para aprovechamiento ganadero…

(Hay una entrada fija/republicación en Mujerárbol -solo lo estará temporalmente- que hace alusión a una campana irlandesa.)