Entretén


En una comedia que alguien escribió para representarse localmente, en los primeros años 90, se llamaba al internet «entretén», porque, efectivamente, entretenía bastante. Ahora… bueh, ahora, ya ocupa todo nuestro tiempo, de trabajo y de no trabajo. Por eso hay que dosificarse de pantallas en formato manual o en formato camajuste.

Estoy susccrita a unos pocos Youtubes. Los de Isaac Moreno Gallo enseñan tanto sobre su campo, la Ingeniería Antigua y Romana, que da gustito echarles un buen visionado y compartirlo con los lectores. Ojito a estos autenticos «puentes colgantes» restos de las vías que comunicaban la Galia con Italia a través de los Alpes. «Trabajo de Romanos» y no de puro milagro. Impresionantes.

Resolviendo un «enigma»


… de andar por casa

Llevo meses dándole vueltas a una pregunta:

«¿cómo serían las trampas para peces de hace 35.000 años?».

El motivo de la pregunta y su cronología es estrictamente literario, porque una no es ni siquiera «recreadora» histórica, y de Prehistoria entiende poco, tirando a poquito, pese a sus visitas al MAN y sus tripazos por cuevas con habitación humana antigua…

Sabemos que Neandertal consumia pescado. Igual debían de hacerlo los sapiens europeos tempranillos, porque lo que se come se cría: grasita, proteínas y sostenimiento para cuando se anda mucho y se trabaja a modo.

Lo de que se encontraban pescaos muertos en la orilla de las playas podía ser o una bendicion divina (para ellos) o una fórmula arqueológicamente tan dificil de probar como lo mío. Sabemos que nuestros antepasados de cualquiera de las dos clases aprovechaba al máximo lo que el terreno en que se encontraba diera de sí.

Los ríos nunca han sido despreciados por el humano como fuente de alimento… hasta que se inventaron los plásticos.

En realidad, una está hasta el gorro de visualizar al neandertal/sapiens musculoso pinchado pececillos con una azagaya, como si fueran aceitunas, en medio de la corriente de un río de montaña.

A lo mejor, en años en que los ríos fueran tan empedrados de peces que bastara con meterse en medio del revuelo y pegar dos zarpazos el truco podía funcionar. Pero vamos, desconfío mucho de esa imagen. Primero porque ese tipo de pesca oportunista e individual habría bastado para uno o dos almuerzos de una pareja y… poco más. No para un grupo medianamente grueso de personas que, encima, por su constitución, necesitaban proteína a punta de pala. Si se organizaban, que lo hacía para cazar grandes animales; si eran capaces de hablar (que seguro); si hacían «arte» aunque fueran rayajos en las paredes… no pescaban así.

Pescaban con arte.

Consulté las fuentes que tenía a mi alrededor -a saber, artículos en academia.edu; libros pedidos a la biblioteca pública; internet y YT- y la verdad es que encontré cosas curiosas (y serias) acerca del binomio «pesca/prehistoria».

Por ejemplo, visualicé esta demostración bien informada de una reconstrucción arqueológica paciente y artesana de una trampa para peces Neolítica (dat. 4200 BC). Merece la pena leer el artículo para comprobar cómo fue el hallazgo, su interpretación y el enorme y delicado trabajo que llevaron a cabo los reconstructores, para ver cuánto tiempo podía llevar el tejido de ese artilugio y qué técnica se utilizó para el minucioso trenzado.

Estado del objeto in situ. Foto Corrie Bakels 2005.

Pero el objeto en sí, una nasa hecha con aros de ramas flexibles y cientos de trozos de ramitas recortadas a distintos tamaños para ofrecer un objeto final no solamente útil, sino agradable a la vista, era tal obra de artesanía que podría pasar por medieval o incluso moderna…

Pero estaba datada en el Neolítico y se había encontrado en un excelente estado de conservación  gracias a un tipo de suelo concreto (turbera musgosa) y a muchas horas de trabajo de los arqueólogos y de los reconstructores.

Los hallazgos de este tipo son rarísimos de encontrar, aunque sean tan modernos como esa nasa, pues no solo están fabricados con material muy perecedero tal que ramas, caña, juncia, fibra vegetal, etc. sino que, salvo turbera y mucha suerte, la madera no es un material que se conserva mucho tiempo.

Vale: la cosa que intentaba imaginarme tenía que haber existido desde mucho antes, y quizá haber tenido otra forma, menos elaborada. Pero, además, yo quería visualizar cómo funcionaba eso tan listo que hasta hoy se sigue usando, aunque los materiales o los tamaños sean otros (las trampas fácilmente transportables de aros de acero o aluminio y red de nailon, sobre las que algún pescador aficionado y cercano me ha informado).

Bueno, pues mira: los excelentes videos etnográficos de Eugenio Monesma (muchos de ellos ya en YouTube) me ayudaron a encontrar un posible precedente de todo ello… y bien cerquita: en el río Cinca.

Una trampa para peces tan sencilla y eficaz como ese «cañal» altoaragonés, manejado por esos hombres tan de los de antes, me ha resuelto un enigma que venía dándome la lata desde principios de año.

Por supuesto, no estoy diciendo que neandertal o los sapiens antiguos usaran exactamente cañas, o que las usaran siempre: eso dependería del clima, del lugar y del momento. Ni que los nudos los hiciera con cordel de lino, ni que la trampa fuera exactamente así… (observo como uno de los cañaleros iguala cuidadosamente el extremo del cañal cortando con una cizalla, para que la longitud del artilugio sea uniforme, y eso… es muy sapiens).

Pero ojo al armazón, que es lo más simple e inteligente que he visto: 3 ramas flexibles (luego se flexibilizan más) colocadas a intervalo regular, para dar consistencia a la cosa y encima facilitar el transporte y el «montaje» final.

Claro que sí. Si neandertal puso trampas para peces en los ríos, que tuvo que ponerlas, al menos en campamentos estacionales, que duraban pocas semanas y se repetían varios años, lo hacían en temporadas que coincidieran con el desove de peces gordos y nutritivos. Lo harían en el tramo del rio que conociesen bien como paso de peces. Tales trampas debían ser así de sencillas, prácticas e inteligentes, como las de los cañaleros del Cinca.

Las trampas estarían destinadas no para sacar uno o dos pinchitos de pescao «a mano», sino para recoger durante varias noches/días un buen puñado de proteína con escamas (barbos, carpas, truchas… ¡qué se yo! ¿anguilas también?) porque no se trataba de un solo tío comiendo, sino varios de ellos y sus señoras, con algún churumbel que otro dando alaridos y algún viejales dando consejos.

En fin: que me gustó ver que el final del enigma estaba en un objeto que se usaba en la España de los años 50… Y que gracias a los cañaleros (y a los almadieros) y a los que hacen videos etnográficos, he resuelto un enigma ancestral

El Arte y Ellos


(…y nusotros) (entrada actualizada)

"Máscara" de La Roche-Cotard
https://journals.openedition.org/paleo/3278

Estoy fascinada por la «máscara» de datación Musteriense (quizá neandertal, 75.000 años) que ilustra este post.

Siempre me ha interesado el Arte Paleolítico, que cada vez se va más hacia atrás en el tiempo y sugiere más cosas. Su belleza es fácil de percibir, y a algunos nos inspira el reproducirlos, sobre todo con herramientas que dependen más de la mano que de procesos artificiales.

Esa máscara, denominada «Máscara de La Roche-Cotard» por el sitio donde fue hallada en 1997 un yacimiento francés del Valle del Loira. Es un objeto compuesto por una roca retocada y dos laminillas de hueso introducidas en un hueco que hay en la parte superior del objeto. El efecto de la imagen es inmediato: ¡Nos mira!

En el mismo yacimiento arqueológico  han sido recientemente descubiertas digitaciones y «macarroni» llevadas a cabo por Neandertal en paredes con barro fresco, formando «paneles» con formas intencionadas, aunque completamente abstractas.

Lo cierto es que, muchas veces, es nuestra mente la que «ve» una imagen donde no la hay, o sea, que se trata de una «pareidolia«… o bien un truco-del-almendruco por parte del pintor/escultor que, al igual que hacen los artistas más modernos, nos induce a ver objetos, posiciones en el espacio, tonos de luz, rasgos concretos, etc. por medio de una técnica más o menos compleja. La más sencilla que conozco (y practico) es dejar partes donde se vea el blanco del papel en una acuarela, para simular el brillo de la luz sobre un objeto o un espacio.

Nuestro cerebro es capaz de «ver» imágenes donde no las hay, eso está claro. Todos hemos pasado ratos tontos buscando elefantes u ovejitas en las nubes una tarde de verano. Todos soñamos (creo). También, durante los procesos antes y después del sueño podemos tener alucinaciones hipnagógicas o hipnopómpicas (visuales, sonoras, espaciales…) que no tienen relación con patologías y (normalmente) tampoco con la ingestión de drogas o bebercios raros.

Pero además, cabe la posibilidad de que ya entre nuestros lejanísimos antepasados, existiera esa conexión neuronal. ¿No es eso lo que plantean algunos objetos que se han encontrado en contextos arqueológicos bien datados y que fueron transportados por (pre)humanos hace cientos de miles de años porque parecían algo?

De momento, en la bibliografía en inglés los llaman manuports u «objetos transportados a mano». Quizá el más llamativo de ellos sea además un candidato a desaparecer pronto de la visualización pública en internet debido a la plaga puritana-politicorrePta que nos invade. 

No, no es lo que parece; pero eso mísmo debió parecerles a quienes lo transportaron hasta el lugar donde fue encontrado, un yacimiento aqueológico de Marruecos, en unos estratos dieron una fecha entre 300.000/200.000 años BP. El objeto es, en realidad, la huella fósil de una sepia, que procede de un yacimiento geológico fosilífero a muchos km. del sitio arqueológico donde apareció.

Es decir: alguien lo llevó desde allí al lugar que muchísimo después, excavaron los arqueólogos.

Existen otros objetos, cuya forma se debió a la casualidad o a procesos geológicos, pero que fueron llevados aposta al yacimiento por alguien del pasado, donde los arqueólogos lo encontraron ahora, datando la presencia (pre)humana en el yacimiento, que deparó solamente herramientas. Las dataciones dependen del contexto arqueológico en el que aparecen, aunque al tratarse de fósiles (generalmente) se datan por la fuente geológica de donde fueron recogidos

El más antiguo de estos objetos es una «carita» encontrada en un sitio ocupado por nada menos que Australopithecus Africanus. Al objeto lo llaman «El guijarro de Makapansgat» (Sudáfrica) y por el contexto en que fue hallado, tendría cerca de 3 millones de años…

¿Sería así como nació el Arte, cuando nuestros lejanísimos antepasados empezaron a «verse» en cosas del mundo real distintas a ellos?

Al margen de «lo que quisieran decir» los antepasados con tales objetos o expresiones materiales, el caso es que nuestra capacidad pareidólica debió tener algo que ver, porque nos sigue pareciendo que esa máscara de La Roche Cotard es una cara y seguimos apreciando «figuras» en pedazos de piedra, retocados o no. En un artículo que se ocupaba del chamanismo, leí la proposición de que esta capacidad humana, la capacidad pareidólica, junto con nuestro estado de alerta innato ante posibles peligros (más desarrollado en tiempos remotos que ahora) podría estar en el origen de la creencia de que hay otros seres que se mueven junto a nosotros (ángeles, espíritus, etc.).

Más tarde, se llegaría al siguiente escalón, que es que podemos interaccionar con tales seres, lo cual sería el fundamento del propio chamanismo. Mircea Eliade, el gran historiador de las religiones del s. XX, postulaba el chamanismo como la más primitiva expresión religiosa humana, y conste que su trabajo indica que es de todo menos «simple».

También hay otros objetos, hallados ya en contexto arqueológico bien datado, que pueden tener una forma general «humanoide» o haber sido retocados para acentuarla. Tal es el caso de la «Venus de Berekhat-Ram» (Israel)  y la de Tan-Tan (Marruecos) datadas en 200.000 y 300.000 BP.  Mediante análisis con métodos que permiten detectar huellas de uso y marcas microscópicas de herramientas humanas, se supone ambos objetos son guijarros modificados adrede para asemejarse a formas humanas.  En estos dos casos ha habido no poca discusión acerca de la intencionalidad de ciertos rasgos de tales «esculturas», si bien su «bulto» o linea general nos recuerda tanto a las estatuillas femeninas del Periodo Gravetiense (Paleolítico Superior) que por eso las han llamado así, «venus».

Actualmente, la Arqueología tiene herramientas poderosas para distinguir donde pudo haber trabajo humano y dónde no, por lo que algunos de los hallazgos del Arte más antiguo de la Humanidad pueden constatarse como tales «obras» aunque siempre es discutible si una determinada forma representa intención simbólica o es una herramienta de trabajo (ej. la discusión acerca de la utilidad de los «bastones de mando» que tanto abundan en el Arte de la cornisa Cantábrica, ¿para enderezar flechas o azagayas, para adornarse, para…?).

Ya en el Paleolítico Superior (35.000-10.000 BP), aparecen representaciones teriomórficas (mitad humano mitad animal) tan sugestivas como el Hombre-león de Hohlenstein y sobre todo, las «Venus» auriñacienses, y finalmente las pinturas y grabados franco-cantábricos o los grabados del alto Duero, en la Península Ibérica y, en fin… desde ahí a Velázquez y a Picasso.

Hombre-león de Hohlenstein-Stadel (foto: By Thilo Parg – Own work, CC BY-SA 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=29686619

Aunque existe pintura (y restos de ella) atribuida a Neandertal, lo cierto es que los grabados más o menos controlados, a base de rayas y trazos hechos con los dedos (antes los llamabamos «macarroni»), son seguramente lo más antiguo que alguien con cerebro parecido al nuestro hizo alguna vez.

Los grabados sobre cantos de la cueva de Blombos (Sudáfrica) (hechos con otros cantos) y los grabados en forma de «hashtag», ya neandertales, en Gorham Cave en Gibraltar, son de este tipo…. hasta que se ha descubierto que Homo Naledi también «hacía rayajos» (aprox. 300.000 BP) sobre piedras y paredes… aparte de enterrar a sus semejantes.

Es un enorme trabajo científico el determinar si un objeto ha sido o no retocado intencionalmente por mano humana para darle una forma concreta. Hay que buscar huellas de trabajo (tallado, pintado) mediante imágenes computerizadas de elevadísima resolución, así como un escrupuloso protocolo anti-contaminación para poder datar el objeto del que se trate. Luego está la excavación minuciosa, que permite reconstruir la integridad del objeto, si es que nos ha llegado en pedacitos, como el caso del hombre-león de  Hohlenstein-Stadel y otras figurillas.

Muchas dataciones de pintura paleolítica se hacen utilizando nada menos que la estratigrafía de las finísimas «coladas» de calcita que recubren un panel, o que se encuentran adyacentes a él. Por este sistema se han datado los rastros de pintura posiblemente neandertal de El Castillo, en Cantabria. Hace años, sencillamente ver un «macarroni» parcialmente tapizado por calcita nos ponía de los nervios… ahora sabemos que esas capas finísimas (menos transparentes cuanto más tiempo y estratos acumulan) pueden «excavarse» por métodos físico-químicos…

Dejaré abajo algún enlace donde se pueda ampliar un poco más toda esta información.

Y sí, me apasiona la Prehistoria. Por eso he caminado y me he arrastrado con luz de carburo por algunas cuevas cantábricas. La imaginación sigue siendo libre.

PARA SABER MÁS:

Enterramientos y grabados rupestres realizados por Homo naledi

  • Conferencia en el MAN 2021 acerca de pintura posiblemente Neandertal en la Península Ibérica (formas de datación explicadas por el conferenciante).

 

Premio de la Fundación PALARQ al proyecto Almoloya-Bastida


Regresamos un poquito a la civilización Argárica del S.E. de la Península Ibérica para dejaros la entrevista que han concedido a los comunicadores de la Fundación PALARQ algunos de los inestigadores del proyecto Almoloya-Bastida, recientemente premiados por la misma. 

Es emocionante pensar la cantidad de cosas que quedan por saber acerca de esta ya no tan desconocida civilización del área medidional de España, en la Edad del Bronce. Una civilización que, sin escritura pero con grandes diferencias sociales, configura uno de los momentos históricos más apasionantes de nuestra Historia.

 

Cortito


Está muy chulo este video cortito de Isaac Moreno sobre una pequeña ciudad portuguesa que fue romana, luego sueva y luego visigoda…

En el asombroso museíllo de inscripciones romanas, sorprende ver muchos nombres nativos (Touta, Tanginus, Reburrinus…). Miraremos en la base de datos de Hesperia por si acaso están reogidos. Como me gustaría saber dataciones… Para conjeturar acerca de la pervivencia de los mismos, claro.

Por cierto que en el muro de la «catedral» del sitio (sugiere algo de origen altomedieval la organización exterior del edificio, aunque no lo veamos completo) se ve una de esas «incrustaciones» que se dan tanto en el arte «Románico-Hibernense» del que Mujerárbol ha tratado recientemente. En este caso es una puerta gótica (quizá tardía), que resalta con el color general de la piedra de esa parte del edificio.