¡Ya han llegado!


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Las golondrinas han llegado al pueblo.

Ya las he visto haciendo el largo de la calle a una velocidad asombrosa, con rápidos quiebros y cambios de altura y dirección, ¡vaya vista deben de tener esos seres!

Mis otros favoritos son los vencejos y también los aviones, aunque de estos he visto menos. Todos se parecen mucho, sobre todo en vuelo, pero el canto y el encanto de las golondrinas es único.

Una, que ve mal además de oír peor, disfruta mucho de verlas y escucharlas al otro lado de la calle, posadas en las antenas de TV más cercanas. Su canto es claramente audible hasta para mí… cuando no hay motocicletas, altavoces o camiones ruidosos en la calle. Verlas a placer solo he podido hacerlo un día que una se posó en el alfeizar de la ventana y empezó a acicalarse. Las irisaciones azules y negras de su plumaje me fascinaron un ratito.

El cuchicheo del canto de las golondrinas me ha acompañado desde pequeña, cuando vivía en una casa en que los tejados estaban habitados por nidos y otros vecinos pasajeros, que te daban los buenos días, sobre todo cuando íbamos a viajar en tren y el canto de las golondrinas indicaba que era la hora de levantarse.