Una serena revolución cívica


Precisamente hoy he terminado de leer el último libro de Antonio Muñoz Molina y he pensado en hacer este post.

antoniomunoz

Lo del premio lo he sabido porque una amiga me lo ha dicho cuando hablábamos por teléfono, yo acababa de encender el PC y entre tormenta y gato, incordios y tareas domésticas, no había sido aún capaz de abrir ni una página.

Si en «La noche de los tiempos» encontré uno de esos relatos que hasta que no los acabas no puedes parar, tan cautivadora es la historia, en «Todo lo que era sólido» he encontrado lucidez,

bombardeo
Bombardeo en Madrid

aunque también una especial tristeza. «La noche de los tiempos» relata con habilidad y excelente prosa un mundo que se cae a pedazos, mientras el protagonista persigue infatigable su sed de amor. En este otro, muestra cómo los sueños se han hecho cisco y no sabemos qué es lo que merece la pena perseguir. Lo difícil que es construir y lo fácil que es destruir.

Le honra a Muñoz Molina la certeza de la mirada, el no pararse en equiparaciones sectarias, sin dejar de mirar desde una izquierda crítica también con quienes desde su lado han prostituido la verdad por una rodaja de poder inmediato. Porque si hay algo esencial a la izquierda, que mucha de la que se dice en España ha perdido, es la capacidad de crítica y de autocrítica, no la simple «oposición», sino algo mucho más profundo que, por lo demás, también le falta a mucha de la autodefinida «derecha». Bueno, es que a mi me parece que, en muchos casos, ambos nombres no reflejan más que fantasmas del pasado, mamarrachos y esperpentos.

Se siente Muñoz Molina razonablemente «extranjero» para mirar las cosas que han pasado los útlimos años en España. Me enternece su apartado sobre Amsterdam, que llega a recordarme a mi Dublín y a mi Wicklow, en una clave más urbana y moderna. Razonablemente porque se manifiesta una y otra vez español, y desgrana las cosas positivas de la Transición y del ahora de España para proponer puntos de partida a una «serena revolución cívica». Esta, aunque parece simpatizar con el 15M, predica el inicio de algo tan sencillo como hacer bien las cosas que tenemos que hacer.

alfarero

Pero donde me he parado y he tenido que respirar hondo ha sido en la página, casi al final, donde dice

Lo que tenemos es mucho más singular y más frágil de lo que creíamos. Para preservarlo, no nos queda más remedio que extremar la agudeza, la voluntad de trabajo, que ser productivos y sobrios, que abrirnos a la iniciativa y al talento de quienes vengan de fuera, que dotarnos de un sistema educativo que favorezca el despliegue de las mejores capacidaes en el mayor número de personas. No hay sitio ya para la autoindulgencia, la conformidad y el halago.

Mirar, he borrado un post que empecé a escribir hace casi un mes (debió ser cuando empecé a leer el libro) en el que me lamentaba de haber perdido muchos años dándome de cabeza contra un muro. Así que no voy a volver sobre eso.

Parece que los males de la España siempre tienen que ver con la educación, pero lo cierto es que mi experiencia de la educación es que a los que se les llenaba la boca con las bondades de la, por fin, «educación para todos» pública y bla, bla, bla, les importaba un pimiento la educación. Por eso se dedicaron, desde el principio, a la autoindulgencia y el halago y, sobre todo, a destruir todo aquello que podía fundamentar una educación de calidad.

Y cuando la generación que había de ser educada ya estaba convenientemente rebozada en las pegajosas lisonjas producidas por estos caballeros, a los que creíamos en el esfuerzo, en lo que merecía la pena enseñar, en nuestras chorraducas académicas que tanto deseábamos transmitir como germen de lo que es conocimiento científico o como simple artesanía del amor por el estudio (que no deja de ser un conocimiento valioso), nos mandaron a enfrentarnos a ellos como mandaban a los cristianos al circo romano o como si fuésemos gladiadores que han de luchar contra fantasmas. Fantasmas, mamarrachos y esperpentos.

lions

A algunos, los leones los devoraron sin más, a otros nos dejaron unos desgarrones que pa’qué y en fin, a muchos les pareció que lo mejor era saltar la barrera y sentarse junto al el cónsul-presidente de los ludii circenses, a aplaudir y hacer gestitos con los dedos.

Me da mucho miedo esa generación, que encima ha tenido tiempo de procrear otra generación de leo-medusas envueltas en gasas y sedas tóxicas. No sé si llegamos a tiempo de que «hacer bien las cosas que toca hacer» les atraiga como proyecto vital.